dijous, 20 de novembre del 2008

CARLOS RUIZ ZAFÓN

BIOGRAFIA

Novelista español nacido en Barceloná en 1964. Carlos Ruiz Zafón se ha convertido en uno de los autores en lengua castellana más leídos del mundo, un auténtico fenómeno editorial que convierte el anuncio de una nueva publicación en todo un acontecimiento. Comenzó su carrera literaria en 1993 con una novela de temática juvenil El Príncipe de la Niebla (ganadora del Premio Edebé), a la que le siguieron El Palacio de la Noche, Las luces de Septiembre y Marina. La fama le vino sin embargo con La Sombra del Viento, publicada en 2001 y su primera novela orientada al público adulto, que tras quedar finalista del Premio Fernando de Lara de Novela del año 2000, fue escalando posiciones en las listas de ventas hasta convertirse en uno de los libros más vendidos del año y consagrar a su autor en el Olimpo de los mejor vendidos. El estilo de Ruiz Zafón, ágil y rápido, casi cinematográfico, y donde privan el diálogo y la acción sobre la reflexión y la experimentación formal, supone un vuelco a las direcciones habituales de la literatura española, mostrando al mundo editorial el ejemplo más contundente en el desarrollo de un producto capaz de emular los éxitos proveninetes del mercado anglófono, y al gremio de los autores un modelo de novela que, exportando la técnica y rudimentos del Best Seller norteamericano, iba a ser explotado hasta la saciedad.

EL JUEGO DEL ÁNGEL


Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él. Un escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio. Mi primera vez llegó un lejano día de diciembre de 1917. Tenía por entonces diecisiete años y trabajaba en La Voz de la Industria, un periódico venido a menos que languidecía en un cavernoso edificio que antaño había albergado una fábrica de ácido sulfúrico y cuyos muros aún rezumaban aquel vapor corrosivo que carcomía el mobiliario, la ropa, el ánimo y hasta la suela de los zapatos. La sede del diario se alzaba tras el bosque de ángeles y cruces del cementerio del Pueblo Nuevo, y de lejos su silueta se confundía con la de los panteones recortados sobre un horizonte apuñalado por centenares de chimeneas y fábricas que tejían un perpetuo crepúsculo de escarlata y negro sobre Barcelona.